miércoles, abril 30, 2008

Reflexiones de un camara del 23: Sobre la necesidad de una Instancia Parroquial de conducción política en la Urbanización 23 de Enero.-

Creemos que el inicio de la creación de nuestro partido obedeció a la más pura necesidad, entendiendo ésta como causalidad irresistible y también como la imposibilidad de sustraernos a su creación. No podía avanzar la revolución sin el piso político de un partido socialista y por ende revolucionario. Ante tal disyuntiva, nuestro líder, Hugo Chávez Frías, constituyó un equipo para que instrumentara la formación del partido.
Sin embargo, para ese momento ya existían organizaciones políticas a su alrededor y, desde hacía 7 años, en función de gobierno. Agreguemos también que tales agrupaciones fueron conformadas por gentes de todo origen social y político, y de una gran diversidad de intereses, honestos la mayoría, oportunistas y aventureros algunos otros. Este fue el caldo de cultivo que minó o infiltró la dirección de la fundación partidaria. Algo muy difícil, imposible tal vez, de evitar. Supervivencia, así lo entendieron muchos.

Ahora bien, hablar de gobierno es hablar de administración y su secuela inmediata: la conformación de equipos permanentes para realizar tal administración, es decir, la conformación de burocracias. La burocracia per se no es mala, pero revisemos, sin pretender ser teóricos, y apoyándonos en Max Weber, algunos de sus inconvenientes o “desviaciones”:

La burocracia crea una nueva clase social, el funcionariado, cuyas características son:

- Consideración del ser humano como pieza en un mecanismo social:
- Al diferenciar ambas esferas de actividad se inicia una consideración mecanicista del ser humano en su trabajo, pues la persona no inserta en éste todo su ser, sino meramente un estrato de sus capacidades. Con ello se convierte en miembro de un conjunto de nivel superior en el que se reduce a simple factor de producción. Es otra forma de decir que el militante burócrata se convierte en un militante de poca iniciativa y calidad política.

- Valoración de la Disciplina:
- La actitud de "objetividad" exigida, implica la ejecución de tareas de forma impersonalizada, aprendida según un plan, exacta, y al sujetar la actividad propia a dictámenes o reglas supraindividuales, se reprime también toda propia crítica ante la orden. Como en las organizaciones militares se acomoda todo el dinamismo propio a la consecución del fin señalado por las órdenes superiores. No ha sido infrecuente la expresión de esta disciplina en una uniformidad absoluta de conductas, e incluso de formas de comunicar, de moverse y, a veces, de vestirse. Un fenómeno no limitado al militar, pues es sabido como en ciertas empresas se exige seguir ciertas modas en el vestido, etc. Por otra parte, la uniformidad interna y externa no sólo apaga todo espíritu de crítica, sino también cierra toda perspectiva de iniciativa y creatividad. El sistema burocrático carece así de todo impulso individual a la renovación. O sea, un militante inercial, que actúa cuando lo empujan, prácticamente un robot.

- Integración mental o indoctrinación:
- El proceso de integración supone pues una cierta dosis de "indoctrinación", que a veces se manifiesta (sobre todo en sistemas donde no existen controles democráticos) en "lavados de cerebro". Tenemos aquí al militante “cuadrado” con su jefe burocrático. Muchas veces tal jefe actúa como el más feroz de los empleadores capitalistas.

Al burócrata, digámoslo de una vez, al militante asalariado, debemos agregarle aquéllos militantes con diversas posiciones políticas: Trotskystas, socialistas, leninistas, socialdemócratas, antiguos miembros de “partidos de la 4ª”, etc., los cuales también se agrupan “naturalmente”, bien sea para hacerse oir o simplemente, como apuntamos antes, por supervivencia. Tanto los unos como los otros, todos, forman las denominadas tendencias dentro del partido. Se podría afirmar que las tendencias son normales en toda agrupación política, pero entre nosotros han sido un factor de desunión, cuando no de injurias y descalificaciones, entre los camaradas: “De leyenda” podrían denominarse los enfrentamientos entre los partidarios de las Alcaldías “Mayor y Menor” de Caracas. No queriendo ahondar más en las etapas preliminares a la instauración del partido, podríamos afirmar que tales estuvieron signadas por la improvisación, poca visibilidad de consecuencias, y una temeraria inmediatez en la consecución de los objetivos planteados.

Abordemos ahora lo que consideramos el meollo del problema que nos ocupa.

La constitución de los batallones socialistas y la instauración de sus autoridades, voceros y comisionados, ha sido, hasta ahora, la más legítima y representativa de todas nuestras nuevas instituciones; una verdadera base para el partido. No sucedió lo mismo cuando las autoridades promotoras instaron a la conformación de las circunscripciones, instancias éstas que agruparían los batallones formados.

Para explicarnos mejor observemos ligeramente a nuestra parroquia, la urbanización 23 de Enero y todos los barrios que la circundan. Aparte de la gran acumulación de gentes y problemas inherentes, es una urbe profundamente diferenciada desde el punto de vista político, cultural y sociológico. Hay zonas altamente politizadas con una rica vida cultural y política; otras en las cuales el juego es la actividad primordial: se calculan apuestas de más Bs.F 50.000 semanales; otras que fungen como cuarteles generales del tráfico de drogas y de paramilitares. Otras que son “barrio puro” con todas sus secuelas de desventajas e incomodidades. Y, por supuesto, la gran entremezcla de todo ello dentro de la urbanización.

Sin embargo hay una característica común a toda la urbanización: El revolucionario, el ñángara. Hombres y mujeres de todas las edades, muy sensibles a las problemáticas sociales. Que durante años sufrieron la cotidiana represión de aquellos tiempos. Personas que derrochan una gran imaginación para agruparse en sus luchas. En estas agrupaciones destaca mucho “el Colectivo”. En el 23 de Enero hay más de sesenta. Es curioso, el Colectivo es al 23 lo que las ONG son a las urbanizaciones del Este e instituciones neoliberales. Estos revolucionarios, aunque muchas veces demasiados “localizados o focalizados” en sus luchas y metas perseguidas, se conocen entre sí y, en grandes ocasiones, se interrelacionan y ayudan. La idea de conformar un único partido revolucionario y socialista, más que un deseo ha sido un sueño para tales gentes.

Pero llegó la circunscripción.

Esta estructura se diseñó para agrupar y dirigir a los batallones, entre ocho y doce de ellos. A tal fin, la urbanización se dividió en 4 zonas, arbitrariamente, no sólo desde un punto de vista geográfico, sino, lo que es peor, despreciando ópticas políticas y sociológicas, algunas de tales ópticas descritas anteriormente. Dicho a rajatabla: “el 23 fue partido en 4 toletes”. Pero la verdadera perversidad de este proceso fue el llamado a constituir las circunscripciones y la designación de su dirigente, el Delegado, a los 21 días de haberse elegidos los voceros y delegados de los batallones. Nadie se conocía ni se podía conocer en la novísima circunscripción. Sólamente aquéllos militantes pertenecientes al gobierno o al partido saliente, el MVR, sabían por dónde venía la cosa, y sobretodo, cuál era la táctica a seguir para conseguir los votos para su agrupación, es decir, para su tendencia. Porque tales fueron las elecciones de las circunscripciones: elecciones entre tendencias, elecciones entre minorías; los menos avisados simplemente perdieron su voto. Así, sin considerar a quien se elegía, su calidad, su trayectoria. Privilegiar al grupo, aún a costa de sacrificar el liderazgo.

En la circunscripción que milito los votos fueron 15, 14, 13, 11 … ¿Alguien podría hablar de liderazgo y de piso político? Las excusas fueron las inminentes elecciones – las cuales perdimos – y el Congreso Fundacional del Partido, el cual devino en el nombramiento de una dirección nacional por “consenso” (había que equilibrar a las partes) y ni siquiera se elaboraron los estatutos. Difícilmente podría ser de otra forma. Un proceder realmente epiléptico. La guinda de esta torta fue postular candidatos a la dirección regional con apenas 7 días de preparación. Una verdadera montaña rusa en cuanto a vertiginosidad y rapidez. Probablemente la Dirección Nacional “consensúe” los resultados. Una repetición hasta las náuseas del vicioso procedimiento.

Recientemente hubo un “paro armado” en nuestra parroquia. Infantilismo, falta de madurez política, ansias de protagonismo, “fueron manejados”… la lista de críticas podría ser tan larga como se quiera. Sin embargo, preguntémonos: ¿el núcleo de esta gente eran extraterrestres? ¡No! ¡Y mil veces No! Cuando anteriormente tratábamos de describir a nuestra parroquia los mencionábamos: ¡Sí! Son nuestros ñángaras, localistas y focalistas, con tendencias anarquistas, casi bordeando al hampa, pero todos esperando, cual niños de la calle, al padre pródigo que los sustente y guíe. ¿Y nosotros? Afanadísimos y estresados en nuestras elecciones, internas o públicas, siempre habrá alguna, pero hay que elegir y “defender” a nuestra tendencia antes que los bichos ésos, los de la otra tendencia, nos desbanquen y acaben con nosotros. ¿Hacer política? ¿Integrarnos a nuestra parroquia? Eso es tarea para gente desocupada, nosotros debemos ocuparnos de nuestra plancha. Ellos, los huérfanos ñángaras, (el calificativo que sí debemos darles) nos observan, que así lo hacen, y pierden su ya antigua esperanza. Demos un paso al frente: somos lo más culpables.

Resumiendo, la circunscripción, no el batallón, es la base del andamiaje que permite todas las anomalías señaladas. La circunscripción es fábrica y producto de la tendencias, es víctima y victimaria. La circunscripción desune y aisla a toda la parroquia. La circunscripción afirma a los jefes grupales, no permite el desarrollo de cuadros, mucho menos admite la interacción política e ideológica de la militancia. Podría argumentarse que tales desviaciones dependen de la actuación del jefe, del Delegado. En contraposición diremos que, en la inmensa mayoría de los casos, el piso político del dirigente está circunscrito, más bien atado, a la votación lograda por su tendencia. No es producto de negociaciones políticas con otros grupos ni es debido a su carisma y proyección. El dirigente siempre está a la defensiva. Los otros lo obligan. Su liderazgo es muy precario y en adversas circunstancias podría ser anulado. No cabe aquí esperar el “deber ser” del buen militante. Si los fundamentos son malos los resultados serán malos también.

El lugar común (desde que Lenin lo planteó) en el lenguaje revolucionario es ¿Qué hacer?

Lo primero debería ser atrevernos. Atrevernos a reconocer que estamos constituídos por tendencias. Atrevernos a reconocer la legitimidad de todas éllas. Atrevernos a mirar a la cara al camarada divergente de nosotros. Atrevernos a devolverle su dignidad dejando de odiarlo y dándole el trato debido al camarada. Atrevernos a sonreírnos todos de nuevo.

¿Y qué hacer con la tan criticada Circunscripción? Ante todo, haciendo la necesaria introspección, debemos reconocer que no es el momento de refundarnos desechando estructuras y creando otras. Estamos en un año electoral difícil y definitorio del rumbo a seguir, que nos exige al máximo nuestro desempeño, sin distracciones. Tampoco nos conocemos a fondo, parroquialmente hablando, para intentar darnos un verdadero liderazgo. No debemos caer en la inmediatez que tanto daño nos ha hecho. A pesar de los pesares, este es el partido que tenemos y debemos echar adelante con él. Ah! Pero si hay fallas en la circunscripción que podemos superar. En el párrafo anterior abogábamos por el reconocimiento del otro, el camarada disidente de nosotros. Pues llamémoslo a trabajar juntos. ¿En cuál espacio podríamos hacerlo sin que afloren las antiguas contradicciones? Aumentando el piso político para hacerlo: a la magra representación de la tendencia dominante en cada circunscripción, agreguemos las representaciones respectivas de las otras 3 circunscripciones. Aún más, a cada tendencia le añadiríamos el refuerzo de las otras tendencias dentro de la circunscripción. Estamos hablando de volver a la demarcación político-territorial original, toda la parroquia operativamente junta de nuevo. Al ser una unión operativa, no estamos creando una nueva organización, estructuralmente hablando. No discreparíamos del diseño partidista. Pero si conformaríamos una poderosa instancia política. Instancia que operaría en lo coyuntural (nuestro Comandante, gran generador de variadísimos escenarios, nos mantendría ocupadísimos) y en la dirección y ejecución de las tareas designadas por la dirección partidista. La Instancia agruparía a los principales cuadros diseminados por toda la parroquia. Démosle válvulas de escape a la olla de presión en la que nos hemos convertido. Experimentemos construyendo la Instancia Parroquial por muchos anhelada. Si bien, como señalábamos antes, la circunscripción nos divide, la Instancia Parroquial nos igualaría, y, en consecuencia, nos uniría.

A los fines prácticos, la unión de cada Delegado, acompañado éste por tres miembros calificados y representativos de las tendencias presentes en su circunscripción, conformarían la Instancia Parroquial. En total serían 16 camaradas con la responsabilidad de operar y hacer política dentro de nuestra parroquia. Respuesta por muchos esperada, tal vez reclamada. ¡Enhorabuena sería!

Muchos camaradas han impulsado el diseño y creación de nuestra deseadísima Instancia Parroquial. Algunos se han destacado muchísimo en tal actividad. Ni con mucho podría figurar entre los actores originarios. A lo sumo, me he adueñado del papel de presentador. Espero haberlo hecho medianamente bien. Y también por aquello de evitar al máximo “la muerte del mensajero” si tal cosa tuviere lugar, únicamente yo me responsabilizo por este papel:




Moisés Santana
C.I.: V- 2.114.398
Batallón No. 6
Circunscripción 4
Urb. 23 de Enero

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